Tras la filosofía crítica de Kant el Idealismo alemán se
convertirá en la corriente predominante en la Europa continental, a través de
Hegel. El existencialismo de Kierkegaard, tanto como el marxismo y el vitalismo
de Nietzsche serán, en buena medida, una reacción al Idealismo hegeliano que,
en cierto modo, consagra la identificación del yo trascendental kantiano con el
Dios del cristianismo. En Gran Bretaña, el desarrollo del positivismo
utilitarista con Bentham y J.S. Mill se inspira en los principios del
empirismo, distinguiéndose del positivismo "idealista" del francés A.
Comte; en ambos casos, no obstante, se da una preocupación por los temas
sociales y por el bienestar de la humanidad que, aunque en una dirección
distinta, compartirán con el marxismo. Por lo demás, el desarrollo de las
ciencias y sus continuos éxitos hacen tambalear los cimientos de la filosofia,
que se ve sometida a fuertes críticas por parte de los defensores del
pensamiento científico, que encuentran en la ciencia el paradigma del conocimiento
verdadero. Hacia finales del siglo XIX, al desarrollo del historicismo en
Alemania, con Dilthey, y del pragmatismo en los Estados Unidos, con Pierce y W.
James, hemos de sumar el desarrollo de la fenomenología con Husserl. En el
siglo XX destacarán además los representantes del Filosofía Analítica, como
Russell y Witgenstein, del Estructuralismo, como Lévi-Strauss, del
Existencialismo, como Sartre, o los de la Escuela de Frankfurt, como Adorno,
Horkheimer y Habermas. Hacia finales de siglo, destaca la actividad de los
filósofos posmodernos y posestructuralistas, como Jacques Derrida, que renuevan
la crítica a las tradiciones filosóficas desde posiciones muy alejadas de las
llamadas metafísicas de la presencia.
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