A diferencia de lo que había ocurrido con la
filosofía griega, que había centrado su reflexión en torno a la determinación
del objeto, la filosofia medieval centra su interés en Dios. La filosofía
Helenística había dado una orientación práctica al saber, dirigiéndolo hacia la
felicidad del hombre. Es el caso del Estoicismo y del Epicureísmo, que habían
colocado a la ética en el vértice del saber. A lo largo de los primeros siglos
de nuestra era, la progresiva expansión del Cristianismo y otras religiones mistéricas
ibá provocando la aparición de otros modelos de felicidad o "salvación
individual", que competirán con los modelos filosóficos. Surge de ahí una
asociación entre filosofía y cristianismo o, más en general, entre filosofía y
religión, que pondrá las bases de la futura filosofía medieval, entre los
cristianos, los musulmanes y los judíos. El tema fundamental de reflexión
pasará a ser la divinidad, quedando subordinada la comprensión e interpretación
del mundo, del hombre, de la sociedad, etc al conocimiento que se pueda obtener
de lo divino. La fe, que suministra las creencias a las que no se puede
renunciar, tratará de entrar en diálogo con la razón. La inicial sumisión de la
razón exigida por la fe, dejará paso a una mayor autonomía propugnada, entre
otros, por Santo Tomás de Aquino, que conducirá, tras la crisis de la
Escolástica, a la reclamación de la independencia de la razón con la que se
iniciará la filosofía moderna.
El hedonismo en la teoría
ética y como modo de vida y rechaza el interés por la política, optando por un
estilo de vida sencillo y auto suficiente encaminado a la felicidad.